Jueves, 23 de marzo, primera lluvia de otoño. El aroma de la tierra se filtra por la ventana entreabierta, flores y esencias, hojas verdes y secas, tierra húmeda, hierba. Árboles y plantas, todo en una suave combinación llegan casi sin esfuerzo. De estar ocultos en el medio del jardín, el aire no sería más puro ni dulce.
Brota en el ambiente un brillo de nostalgia; resuena un lejano eco en el abismal vacío de mi Alma, la reflexión de algo tan lejano que me es imposible descifrar su nacimiento.
Respiro tan profundamente como puedo, procurando el otoño se impregne en mí, en cada espacio, quiero absorberlo, sentirlo mío, apoderarme de él al menos un instante; inspirar y retenerlo en mis pulmones, como mi Alma retiene su melancolía , y después destilarlo al expirar, en el mirar; por cada poro...No ese otoño seco, ávido, triste, obsesivo, deprimente, sino ese otoño aromático de esencias y sabores, de suaves lloviznas y dulces brisas vespertinas, de hojas inmoladas, de Almas inmoladas, de sepias y de ocres, de cambios, de presagios...
No quiero ver el árbol que pierde su espíritu con cada hoja, quiero verlo como a esa oruga tosca que teje su capullo para despertar a un sueño de torpe mariposa.
Anochece, las casas se ven grises, el suelo, sepia; una mullida alfombra en matices amarillos, ocres y dorados se extiende desde el umbral al horizonte; ya no llueve, pero queda la esencia, esa mítica esencia que solo existe en la lluvia otoñal y sólo un corazón cándido, acaso sensible pueda sentirla...o serla ...
Pronto el viento comenzará a borrar las huellas de la lluvia consigo quizá la inspiración el matiz, los aromas ... todo quedará atrás, no será más que un recuerdo,...De ser así entonces, es mi capricho decir que está lloviendo al menos en mi Alma
3-4-06
Fénix Negro
Hace 6 meses
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