martes, 27 de septiembre de 2011

De libros...

Lo primero que saqué de sus cajas a penas mudarnos fueron mis libros. A pesar de que nadie le encontrara razón de ser al hecho de tenerlos a la vista, y me recomendaban conservarlos guardados. Como no tenía estantería alguna me conformé con colocarlos sobre una mesa que conservábamos contra la pared en una esquina, uno junto al otro; la mesa ofició de escritorio unos cuantos años, los libros mostraban solemnemente sus lomos mientras escribía o dibujaba. Con el tiempo pude ubicarlos en el comedor de la casa, o mejor dicho en la sala de estar... dejando un mensaje subliminal más que claro, en los estantes sobre el televisor. Un tiempo después tuve que agregar un tercer estante. Si bien es cierto que no tengo una gran colección de libros... sí leídos, pero guardo u atesoro pocos. [Serán al rededor de ciento cincuenta solamente]
Ahora se me presenta una nueva mudanza, de esas que dios-sabrá-cuándo ocurrirá pero hay que ir preparando todo para cuando llegue; lo primero que comencé a guardar, paradójicamente son los libros. Frente al pequeño-gran dilema de cuáles guardar primero, cuáles condenar al fondo de una caja hasta dios-sabrá-cuándo. Cabe remarcar que los libros que atesoro son aquellos que traen con ellos una historia paralela a la concentrada entre sus letras, tienen por tanto doble valor y eso dificulta la elección; claro está puedo "tercerizar" la tarea, pero no sabría, primero, en qué caja está cuál libro y en segundo lugar, no puedo asegurar que los libros sean tratados como yo lo haría...
Ayer franela en mano y sanitizante en aerosol en la otra bajé los libros del estante superior, uno por uno fueron dispuestos sobre la mesa y después de entrar y salir de la caja, cambiar los lugares, el orden, las posiciones logré cerrar una caja (sin sellarla aun con cinta adhesiva, total hay tiempo - todavía). Quedaron once fuera, nuevamente en el estante; otros tantos sufrieron trueques por otros pequeños del primer estante, algunos que no echaré de menos, no por el momento. Sartre pagó fianza y fue intercambiado por dos prisioneros que ocuparon su espacio sin chistar.
Poe, Cortázar, Hailey gozan de libertad condicional hasta que aparezca una nueva caja que cumpla con las condiciones adecuadas para el almacenamiento y posterior transporte.
Hay seis libros recientemente adquiridos (dos regalados, uno liberado y tres comprados en mesa de saldo)que todavía no llegaron al estante pero que pronto encontrarán su lugar en una caja... buen comienzo.

Sigo pensando un método que resulte satisfactorio, una especie de arca de Noé de cartón que salve los títulos más preciados para ser consultados o repasados de forma rápida, hasta que pase el diluvio guardando distancias esperando llegar a buen puerto en otro lares.

Si, puedo estar loca, lo pensé un par de veces, pero eso no cambia la situación de los libros frente al deshaucio... tendría que haber comenzado por la ropa, si total, como dice la canción me visto como Kant... aunque no pienso como Armanai.
 
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