sábado, 8 de agosto de 2009

Recién casados

Cuando recién nos mudamos no nos importó la incomodidad de una sola habitación para vivir. Éramos felices así con poco, estábamos juntos y eso nos bastaba. Usábamos una heladera vieja como ropero; no teníamos mucha ropa y en sí, la heladera no servía para otra cosa. Una bicicleta fija nos oficiaba de perchero para la ropa de calle y los bolsos.Todavía no teníamos el sommier, así que el colchón estaba literalmente en el suelo. Bueno no, en el suelo directo no; sobre una manta vieja, para evitar se filtrara el frío y se ensuciara tanto. Las mesitas de luz, o de noche, era nuestras propias valijas.La cómoda – vieja y desvencijada como estaba – sostenía al televisor , blanco y negro en pleno año 2000, con canales de aire y algunos de cable, pero nosotros felices.
Usábamos una manta como cortina porque la persiana no bajaba del todo y dejaba filtrar mucho la luz del alumbrado público por las noches. Ni hablar del “sonido” (siendo bondadosa )del tren acercándose. Nos mudamos frente a las vías del ferrocarril. Un terremoto hasta que uno se acostumbra o se hace insomne.

La mesa contra la pared, en un rincón. Debajo de ella depósito de lo que fuera; zapatos, cajas, la estufa en verano, el ventilador en invierno, etc. Sobre ella todos los adornos habidos y por haber, más los cuidadísimos libros de los que no pudimos deshacernos después de haberlos leído, esos tan favoritos que se necesitan cerca.Sobraba espacio. Una vez hasta armamos la carpa iglú en su interior para probar si nos era cómoda antes de un viaje. Las paredes eran tan duras que nos fue imposible poner ningún clavo. A falta de cuadros pegamos fotos y “posters”. Había una alacena metálica que no sabemos cómo la habían empotrado en la pared y allí pusimos fotos con imanes. Dentro perfumería y botiquín. En la parte superior los infaltables juegos de mesa e ingenio; también inseparables.Cambiamos de lugar “los muebles” una infinidad de veces.
Agregamos una par de sillas y podíamos reunirnos con amistades sin problemas. Usábamos la afamada “sanguchera eléctrica” tanto para calentar sandwiches como para cocinar empanadas, eso si, de a cuatro a la vez. Pero deliciosas.
Un buen día al amor se le unió la estabilidad económica y comenzaron a llegar los cambios. Primero el sommier. Y después diluvio. En cómodas cuotas . Un ropero que hacía juego con la cómoda. Mesita de noche. Televisor 21’’ color. DVD player. En fin, tantas cosas que ahora apenas cabemos en la habitación. Cada vez que queremos mover los muebles –o movernos más de la cuenta nosotros mismos -- tenemos que practicar antes con el Tetris. Ni hablar de encontrar algo. Si se pierde, Adiós mi plata; sucursal del triángulo de las Bermudas.

A veces es preferible el “Contigo pan y cebolla”; hemos comprobado que el capitalismo complica las cosas.
 
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