miércoles, 10 de diciembre de 2008

La primera vez.

Dejó que el labial le dibujara una sonrisa. Sentía el calor de las últimas pitadas en los dedos; faltaba poco también para estar lista. Volvió al espejo y se retocó las cejas, con la pincita tomó el cigarro y lo siguió fumando hasta que comenzó a peinarse y sin poder entender cómo no lo había pensado antes, usó unas de sus orquillas para terminarlo. Respiró profundo antes de apagarlo y contuvo el aire. El reloj de péndulo del corredor le taladraba la sien marcando los minutos. Garabateó unas lineas las selló con un beso y las dejó sobre la mesa al salir. Las calles le parecieron más sombrías que de costumbre. Caminó por las veredas grises mecánicamente sin siquiera advertir los empellones de la gente que se cruzaba en su camino. Tampoco se dió cuenta de las nubes que lo cubrían todo guillotinando las estrellas. La mirada se le empañaba, fija en un horizonte interno, con el sonido del péndulo aún incrustado en la mente. Comenzó a llorar, desmigando la espuma de plata de sus ojos en lánguidas lágrimas negras que surcaban sus mejillas. El viento le arremolinaba el cabello mientras hacía estallar los tilos escupiendo bocanadas de aire dulce que la ahogaban. Se detuvo de pronto y como saliendo de un trance quedó mirando a su alrededor como perdida. El estaba allí, parado en el andén, esperando. Lo contempló en silencio a la distancia adivinando sus facciones, su sonrisa, su mirada... El tren se aprestaba a salir y lo notó impaciente. Siguió inmóvil mirándole por eternos minutos. Permaneció envuelta en la penumbra sin acercarse. El subió al estribo al grito del guarda, pero se lo notaba aún esperanzado. El tren se puso en movimiento, sintió su corazón expandirse en el pecho, la sangre aligerada la incitaba a correr...Se contuvo; El viento comenzó a mover las nubes, el plenilunio se abrió paso entre las sombras dejándola al desnudo. Sus miradas se cruzaron pero ella no fue capáz de mantenerla... Fue la primera vez que lo vió llorar.

Hoja en blanco.

Otra vez la incertidumbre de la hoja en blanco, la odiosa incertidumbre de la triste hoja en blanco, la sublime incertidumbre de una nueva hoja en blanco....
Mente y papel esperando amalgamarse y el sonido de las musas que casi imperceptible acecha, las tenues voces de las musas que se filtran desde el fondo de mi Alma.
Insospechable la cantidad de palabras encerradas en el abismo del silencio; palabras que pugnan por salir aún cuando no se les ofrece resistencia...sentimientos dormidos, viejas y familiares sensaciones que se enredan en mí, y dan origen a un nuevo encuentro con ese entrañable amigo que nos alimenta, y nos recrea, nos contiene, nos alberga, nos vulnera...un complemento casi olvidado sin el cual no seríamos y en el cual nos reflejamos.
Poco a poco el Alma comienza a henchirse de una cierta y profunda satisfacción, sin importar mucho lo que encierra lo escrito entre líneas puede verse mucho más de lo que quiere decirse, y eso es precisamente lo que quiere lograrse.
No existe experiencia más edificante que revelarse, desnudarse, aceptarse vulnerable frente al papel, a un lienzo, a un pentagrama...darse a conocer incluso hasta frente a uno mismo, peor crítico existente, y muchas veces primero en sorprenderse de lo que somos capaces. Creamos desde el más oscuro inconsciente sin saberlo, volcamos sin darnos cuenta hasta todo lo que nos negamos ser, sentir, pensar, decir, liberamos fantasmas impensables, expiamos culpas y ofensas jamás confesadas; redimimos nuestro ser, con cada palabra, pincelada, cada nota, cada golpe en el cincel, .... Sacamos la luz desde lo mas oscuro y tenebroso, y reinventamos las tinieblas desde la más deslumbrante de las llamas...nos atrevemos a soñar despiertos, a enfrentarnos, a rebelarnos, somos sin limitaciones... nos asusta, nos cohíbe, pero no podemos resistirnos a caer una y mil veces en ese encantamiento...en el encanto de demostrarnos quienes somos realmente y triste u orgullosamente aceptarnos...
 
Chat gratis