jueves, 3 de abril de 2014

Observaciones

Hoy por la mañana mientras esperaba un turno médico y unos resultados de estudios en una clínica X, pude darme el tiempo para observar a mi alrededor. Me llamó la atención una pareja cuando la mujer se colocó contra una pared y mirando al hombre a la cara, (él mucho más alto que ella) cruzó los brazos y buscó apoyo; él acortó la distancia entre ambos con los puños cerrados. Enseguida los ojos del juez que todos llevamos dentro, me llevaron a la conclusión de que se trataba de una pareja en una relación complicada, él un golpeador o abusador verbal y ella la víctima.
Con el correr del tiempo en la sala de espera, al verlos actuar, oírlos, noté que ella era víctima pero de un dolor inmenso y que buscaba refugio y apoyo en la pared, si, pero porque estaba doblegada por la situación; ´los puños cerrados de él se debían a una gran impotencia o inoperancia, quería ayudarla, contenerla, pero no sabía cómo. Eso violentaba sus gestos.
Cómo el dolor de un ser querido nos limita, nos congela, nos hace débiles, vulnerables. Y como la mente quejosa que tenemos nos hace ver fantasmas y monstruos donde no los hay y juzgamos rápidamente y a primera vista todo. (Mea culpa) Podría seguir con mi alegato, dejando salir al fiscal (y al juez) llenándome la boca de que la sociedad en la que vivimos bla bla bla, los estereotipos, el hombre que deja de ser hombre por mostrarse más humano y en empatía, que está educado para comportarse sin emociones a la vista, pero también pudo ser que no pudo reaccionar que la impotencia de no poder hacerla sentir mejor lo paralizaba, que el tiempo que pasaba sin traerle soluciones lo coartaba.
A veces echando una mirada alrededor nuestro podemos aprender mucho de los demás, pero muchísimo mas de nosotros mismos.

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