Desempolvo, quito telarañas, estornudo... antes mediaba la vergüenza a estas alturas, después de tanto tiempo sin palabras, hoy ya no, reconozco y acepto la sequía, ¿qué hacer?, época de vacas flacas, es bíblico, casi mitológico. Acepto esta falta de palabras, esta sed que me consume y que me lleva a saciarla en otros lares, otras letras, nuevos (viejos) libros, nuevos (viejos) escritores.
Ya no es una cuestión existencial, la existencia pasa por otros niveles, tampoco lo tomo como algo personal o tema de identidad... las ideas sobran, falta el tiempo, falta... ¿ganas? Sin duda me falta ese algo en el espíritu, esa llama, ese algo... que enciende, que quema, que me obliga a vomitar en el papel la lava hirviendo de mis sentimientos, de mis ideas, sueños, en fin, lo mismo de siempre escrito de otra forma.
Tanto por decir, tantos cuadernos y papeles sueltos, tantas ideas que no se plasman por capricho de ... (en verdad, ya no sé a quién o qué echarle las culpas, ¿destino, dioses, musas, hadas, demonios, espíritus, a mí?) Cansada de buscar hipótesis, me rindo a la idea de que en algún momento, en algún lugar, tan pronto como se fue volverá y este lugar virtual, esta ventana tan querida para mí volverá a estar llena de palabras nuevas, historias florecientes, menos excusas y más sueños.
Como un fénix, como siempre, el karma es irrefutable e implacable.
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